La actual corporación del Ayuntamiento de Soria, según se ha hecho público la prensa recientemente, piensa gastarse 800.000 € (más de 130 millones de pesetas) en remodelar la actual plaza de la ‘tarta’. La original idea, con la que en este periodo de precampaña electoral piensan encandilar a la ciudadanía, consiste en sustituir la actual tarta -pastiche hortera donde los haya- por otro nuevo pastel que no se sabe aún si será tipo ensaimada o tipo croissant, pero que, como ha dicho el alcalde, dará un toque moderno y hará «estéticamente atractivo» a este enclave del centro de la ciudad. Sin embargo, a pesar de estas pequeñas dudas formales que todavía inquietan a nuestro primer edil, lo que sí parece claro es que se tratará de un reloj de agua que para señalar las horas irá emitiendo chorritos del líquido elemento. Algo que podría parecer divertido así, a simple vista, desata ya la carcajada cuando a renglón seguido se nos dice que no obstante, el mecanismo acuático no estará disponible durante el invierno. Es decir, que nuestro ayuntamiento, el mismo que dentro de un par de meses habrá de ser renovado mediante las urnas, no sólo es capaz de gastarse 800.000 € en arreglar una plaza que será todo lo rancia que queramos pero que tiene la particularidad de funcionar tanto en invierno como en verano, sino que piensa sustituirla por otra que según el propio alcalde se va a pasar (recordémoslo, vivimos en Soria) más de la mitad del año apagada.
Esta actuación viene a poner en evidencia, una vez más, la gran capacidad que tiene la actual corporación municipal para dilapidar el dinero público en obras que no aportan absolutamente nada a la ciudadanía. Sin un plan de conjunto en el que se encuentren definidos tanto los problemas de nuestra ciudad como las estrategias para resolverlos, lo único que se puede hacer es, como vemos, ponerse a pensar qué tipo de tarta es la que más votantes puede pescar.
Señor alcalde, menos tartas y más ciudad.
Miguel de Lózar de la Viña. Arquitecto.